El hombre santiagueño es esencialmente de raíces profundas, es el resultado y consecuencia de un entorno, de una apretada vivencia con la madre tierra, esa madre universal que se le trepa por la sangre como una enredadera y le da color y origen a su realidad. De eso se trata cuando hablamos de Horacio Banegas. En él se encuentra ese insobornable y humilde orgullo de trajinar la vocación de músico llevando como un estandarte su condición de santiagueño. Ese es el simple espejo en que su pueblo se mira, esa es la simple explicación y el porqué un niño identifica su infancia en un huayno, una joven enamorada suspira por los versos de una zamba, y un hombre siente la primavera en la sangre con sus chacareras. Esa simple explicación es la que desalienta todo intento de análisis de aquellos "buscadores" de razones sobre algo que es inapelable y hermoso.
Esta especie de "romance" entre Horacio y el pueblo comienza a ver la luz allá por el invierno de 1990 en el Paraninfo de la Universidad Nacional (la entrañable U.N.S.E.).
En ese escenario hace eclosión todo aquél bagaje de vivencias, aquellas experiencias de vida y música que Horacio atesoraba desde muchos años atrás, de su paso por Los Tobas, de Los Banegas, de compartir cosas con Alfredo Abalos, con el dúo Orígenes, de transitar los caminos místicos de la Misa Santiagueña, de desvelar estrellas junto a Jacinto y Juan, de incontables noches de serenatas, todo se resumió en un espectáculo sorprendente y distinto con un sello: la simpleza.
De ahí en más Mi Origen y Mi Lugar, nombre del concepto, tomó un vuelo inusitado y casi mágico, su espíritu convocante recorrió el sentimiento plural de todo un pueblo. Inútil sería enumerar lo ocurrido en cada noche y en cada lugar donde, como en un ritual, el cantor y su gente se nutrían con el pan de la alegría y el cariño.
En esos tiempos Horacio sembraba sus sueños al viento rodeado de cómplices musicales que traían sobre sus espaldas colores y sonidos de distintas regiones geográficas pero todos con un comun denominador: juventud y amor por la música.
Tuvieron su momento en el devenir artístico el baterista Ramón Antuz, Daniel Areal en los teclados, Carlos Suárez en la iluminación, Marcelo Fernandez en la escenografía y Néstor Garnica en violín.
Luego los ángeles de la copla le señalaron el tiempo de buscar nuevos frutos de la tierra, y así el hombre comenzó la búsqueda, se internó de a poco en el monte musical y espiritual, de uno en uno le comenzaron a cantar los coyuyos del alma hasta madurar cada chacarera y cada canción como si fuera un nacimiento único. Así nació "Pertenezco a este Mundo", como un testimonio agradecido al terruño que lo cobijó y lo nutrió con sus paisajes y sus habitantes.
Como las aves que siempre renuevan promesas a la vocación de pájaros alginos músicos del grupo que lo acompañan emigraron hacia otros rumbos y otros llegaron para sumar voluntades y talentos para sustentar con las alas de los sueños el vuelo del nuevo proyecto. Se incorpora Quique Yance, teclados, de Tafí Viejo (Tucumán), música capaz de definir la química perfecta y la alquimia superlativa de un tema. Llega también Leopoldo Deza con su aspecto de ángel sin alas y el dulce sonido de su flauta traversa... y los compañeros de siempre: Pichi Pereyra, estruendoso y preciso baterista poniéndole una pared rítmica al grupo, Cristian Banegas, de romántica mirada y sabroso rasguido junto a un impetuoso espíritu y Ricardo Santillán, en bajo, guerrero de mil batallas.
"Allá vamos"... como dice Horacio en un tema, con la esperanza como bandera, la mochila llena de sueños y el corazón henchido de amor por lo que hacemos, compartiendo con la juventud sus sentimientos y con la absoluta certeza que cuando ejecutemos el rito de estrecharnos en un fraternal abrazo cada uno de nosotros, antes de subir a escena, abrazamos a todo nuestro pueblo y que cuando pisemos el escenario y tomemos nuestros instrumentos cruzaremos entre nosotros una mirada y una sonrisa instantes antes que nos estalle en las manos y en el alma la luminosa magia de la chacarera.
Ricardo Santillán
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